
Se arrastran envueltas en su propia humedad. Nada recuerdan de su pasado humano ni de por qué se encuentran condenadas a vivir reptando lentamente por el suelo.
En sus inicios, la Tierra fue un planeta formidable y majestuoso que, canibalizada por sus habitantes humanos, fue llevada a la esterilidad total en aras del “progreso”. Tras terribles cambios climáticos, desastres naturales y epidemias por virus mortales, el mundo se volvió un lugar yermo y casi sin vida; fue entonces que un asteroide vagabundo puso fin a su existencia y solo quedaron unas cuantas rocas a la deriva en el espacio, evidencia de que alguna vez aquel gigante azul tuvo un lugar en la danza del universo.
Sin un hogar al cual regresar, las almas humanas fueron enviadas a otro planeta y en otra forma física, menos sofisticada, para que empezaran desde cero. Por eso hoy se encuentran ahí, atrapadas en resbalosos cuerpos, deslizándose milímetro a milímetro, noche tras noche, buscando alimento entre la vegetación podrida y los restos de animales. Apareándose sin placer, intercambiando roles sexuales con cada ciclo, dejando su simiente transparente envuelta en la fría tierra de aquel lugar; cumpliendo sin chistar con las normas naturales que regulan su existencia, y así seguirán hasta que alguna vez un destello de conciencia las golpee y las haga RECORDAR…
Blog de Ana Piera: Píldoras para soñar.
Ciencia ficción con un final, una última palabra, que da al regocijo de los pensamientos turbadores.
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Genial relato, el propósito de la ciencia ficción se cumple con sencilla elegancia: ¿Quiénes somos los humanos? Saludos, Ana.
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