Día de Muertos en México por Ana Laura Piera

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El alegre grupo llegó a México, estaban muy entusiasmados, ya que lo hacían justo a tiempo para las fiestas de muertos. Se trataba de varios espíritus de diferentes partes del mundo. Alguien con gran visión comercial había estado organizando tours para ellos y ahora les tocaba visitar un país con una gran tradición en el tema mortuorio. 
 
Se rieron mucho con las calaveritas de azúcar que encontraron en casi todas las panaderías del país, todas estaban adornadas con papelitos brillantes y filigrana de azúcar de diferentes colores; y algunas tenían nombres escritos en la frente. Uno de los viajeros, un ruso de nombre Igor, estuvo buscando entre ellas su nombre sin éxito. 
 
calaveritas de azucar
 
También probaron el delicioso pan de muerto. Bueno, probar es un decir, porque aunque podían comerlo, el pan se salía de sus cuerpos en forma de migas secas conforme lo iban consumiendo. Los dueños de los establecimientos quedaban perplejos ante tanta migaja desperdigada por el piso. La actitud de los mexicanos ante la muerte los hizo sentir como en casa, especialmente se sintieron reconfortados ante la visión de los grandes altares que se levantaban amorosamente dentro de las casas y en algunos lugares públicos; altares que estaban adornados con papel picado de diferentes colores y llenos de las cosas que les gustaban a los difuntos en vida, sus platillos y bebidas preferidas: mole, tamales, pozole, mezcal, tequila y vino. 
 
pan de muerto
 
Ellos que conocían ya tantas partes del mundo, coincidían en que no había otro país donde la muerte se viera de forma tan natural y no fuera tabú como en otros lugares. Para los mexicanos la muerte merecía una celebración por todo lo alto y hacían todo lo posible porque los difuntos se sintieran a gusto. 
 
El día primero de noviembre en la madrugada, escucharon mucha algarabía y gritos infantiles, del cielo comenzaron a bajar en tropel miles de almas de niños fallecidos que regresaban por una noche a disfrutar nuevamente con sus familias. ¡Había que ver aquellas caritas llenas de felicidad! Los pequeños descendían a una velocidad asombrosa y en más de una ocasión alguno de los espíritus turistas estuvo a punto de ser derribado por un chiquillo. 
 
El día dos de noviembre, los que fueron llegando más calmadamente fueron las ánimas de los adultos; venían muy contentos también, formando pequeños grupos que platicaban muy animados y luego se diseminaban por la ciudad para entrar a sus respectivas casas y disfrutar de la hospitalidad de los vivos. 
 
altar de muerto
 
Un fantasma local, Crescencio, se ofreció a llevarlos a visitar un cementerio esa noche, y no podían creer lo que sus ojos huecos veían: gente comiendo y bebiendo junto a las tumbas envueltos en el aroma de unas flores amarillas, la “flor de muertos” o, en náhuatl, cempasúchil; había canto y jolgorio de vivos y difuntos. Los viajeros pudieron apreciar como los fallecidos abrazaban a sus familiares vivos aunque estos no lo notaran. Crescencio insistió en que probaran el mezcal y más de uno de los espíritus viajeros acabó borrachito
 
Al otro día ya iban de regreso a sus lugares de origen, pero se llevaban a México en la memoria y ya hacían planes de regresar para el siguiente año.

Blog de Ana Piera: Píldoras para soñar.

7 Comentarios Agrega el tuyo

  1. elcieloyelinfierno dice:

    Hermosa entrada!! Que daría porque fuera realidad; aunque sea solo una vez en la vida Ana. Muchas gracias; por brindarles un homenaje quizás sin pensarlo con esa finalidad…Un abrazo!

    Le gusta a 3 personas

  2. marggieliz dice:

    ¡Ay no! pero qué belleza. Siempre he admirado el folclore mexicano y el día de Muertos en especial me parece algo precioso. Y qué decirte del pan de muerto ¡ñamm! se ven tan apetitosos.

    Le gusta a 4 personas

  3. Muy buena publicación 👍🏽👍🏽

    Le gusta a 2 personas

  4. Hacía mucho que no comentaba nada tuyo, pero lo de hoy es conmovedor, Ana. Siempre hay chispa en lo que narras. Gracias por compartir tu talento…

    Le gusta a 2 personas

  5. JascNet dice:

    Preciosímo relato, Ana.
    Con esta narración nos ilustras perfectamente estas fiestas a los que no hemos tenido el placer de disfrutarlas.
    Además, reflejas ese espíritu mexicano que devoción y festejo, a partes iguales, sin tabúes ni cortapisas con la muerte. Único en el mundo, como dices.
    Felicidades, un abrazo.

    Le gusta a 2 personas

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