
Querida Valeria:
No me he dado cuenta de tu marcha silenciosa, hasta oír encajar la cerradura de la puerta. Conmocionado, no he podido impedirlo, en mis oídos aún resuena la vibración agitada de tu voz, tu petición. He pulsado el Play buscando consuelo en la música para mitigar el desasosiego que siento, la soledad de tu ausencia, y surgiendo del silencio, como copos de nieve flotando en la noche han comenzado a sonar las notas del Nocturno Op.9 Nº2 de Chopín. Sus notas, ya te lo comenté en una ocasión, para mi evocaban el invierno, la nieve cayendo mansamente, revoloteando errática, sin prisa, perezosamente, disfrutando de su inmaculado traje de hielo y cristal antes de llegar al suelo. Pero hoy esa placidez me exaspera, me enerva, la hago culpable de mi pesar, quisiera que la nieve cayese más rápida, una tempestad que cubriese todo de blanco, que sepultara todo recuerdo….quisiera volver a empezar. Pulso stop, con rabia, selecciono nuevo álbum y lo pongo en marcha de nuevo…Stand by love de Simple Minds, pura energía…me hace sentir mejor, me saca del aturdimiento…no he sabido reaccionar a tu proposición…pese a haber tenido, ahora lo sé, una eternidad para decidir. Tu voz aún se escucha en el eco que forman las esquinas de este apartamento, convertidas en aristas pedregosas de acantilados inexistentes, en bosques frondosos a donde no llega la luz, tus frases se deshilachan y se convierten en jirones de seda blanca, estandartes de tu mensaje movidos por el viento. Una y otra vez se despliegan ante mis ojos, trato de digerirlo reescribiéndolo, como un estudiante subraya en un libro para tener una mejor comprensión. Así ha sucedido:
«Ha sonado el timbre y te he invitado a entrar pensando que iríamos a almorzar juntos con Iván, como en tantas otras ocasiones. Se me ha hecho un nudo en el estómago nada más ver tus ojos. Algo pasaba…algo malo. Una nube sombría ocultaba el sol.
—Me estoy muriendo, Héctor, tengo cáncer —fueron tus primeras palabras.
Me cayó la taza de café al suelo, la explosión de un volcán. Tú proseguiste:
—No quisiera morirme sin conocer el amor verdadero, he sido deseada por muchos pero nunca he sido amada, soy una virgen de cuarenta años que nunca ha hecho el amor.
Y luego, a continuación, formulaste la pregunta que ahora me atormenta:
—¿Quieres ser mi príncipe durante los escasos días que me restan de vida?
No supe que decir, pero mi respuesta no estuvo a la altura.
—Comprenderás que no me esperaba que este fuese el objetivo de tu visita, y que fueras tan directamente a este «grano», sin haber hablado nunca de ello —respondí, paseando nerviosamente por la sala, ruborizado, sin atreverme a mirarte. —Nadie te amará como yo.

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Una pequeña colaboración en Masticadores M
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Hola. Es una historia cautivante: profunda, dolorosa, bella y especialmente, artística.
Me ha fascinado. Gracias por compartirla.
Un placer tenerte aquí.
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Gracias a ti Scarlet por tenerla en consideración y apreciarla…y por tus gentiles palabras, ya sabes que para mi es un inmenso honor y satisfacción colaborar contigo.
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El honor es mío.
Gracias de por siempre…
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