ILUSIONES ROTAS by Marcos Bordón

Cuando le vio llegar, supo que el hombre era quien esperó siempre, que la quitaría de aquel infierno, lo más bello, que de él se desprendía un aura incognoscible.

            El hombre, era de porte elegante, a su lado había una mujer esbelta y del otro lado, una niña que, dibujaba una sonrisa que recreaba un sinfín de alegrías.

            Dentro del orfanato, vivían muchos niños con historias similares a ella, las hermanas superioras, eran las encargadas de aquellos díscolos. Pero el poder de Dios era inconmensurable y hacía que los días fueran mejor dentro de aquel recinto.

            Cuando el hombre descubrió a Micaela en aquel recinto, supo que había magia en ella, como si con solo mirarla, descubriera ese potencial intrínseco en ella.

            Tras la conversación con la madre superiora, llegaron a un acuerdo y, a partir de ese día, Micaela viviría con aquella hermosa familia.

            Cuando se marchaba del lugar, quedó un destello de tristeza por el camino y temió que todo solo fuese un sueño nada más. Sin embargo, su nueva hermana, la devolvió a la realidad cuando habló con ella por vez primera.

            Desde un principio la consideraron como una familia más. Empezó a acumular: muñecas, casitas, un trampolín, novelas para niños, cosméticos y un gran espejo para embellecerse a diario, aunque le gustaba ese tipo de obsequios, jamás comprendió el porqué de la insistencia en acicalarse a tan temprana edad.

            Pero el acto de prestidigitación en algún momento se descubre y la magia pierde sentido y eso mismo sucedió después de unos años.

            Micaela había crecido y se volvió una mujer muy atractiva a los quince, con solo mirarla, su imagen provocaba una sensación inefable. Nunca la violentaron ni nada por el estilo desde que la adoptaron, pero aquello venía enmascarado de un acto cruel por parte de su salvador.

            Esa noche, ingente de belleza, Micaela se reparó el pelo, se puso el labial rojo, su perfume y un vestido provocativo, que le serviría para su primer día de trabajo en aquel lupanar.

            Su salvador desde un principio la utilizó y ella lo confundió con una especie de héroe, sin imaginar que solo buscaba beneficio a costa de los demás. Micaela sintió asco al principio al vender su cuerpo al mejor postor, pero luego se acostumbró por obligación, por miedo, incluso por respeto a quien la quitó de aquel recinto de olvido.

            Pasaron los años y había llegado una nueva niña, rubia, tez rosada, ojos como el cielo, parecía una muñequita Barbie, carialegre, con la misma esperanza y los mismos sueños que ella tuvo al principio.

            ¿Debía confesarle que nada era lo que parecía?, —se preguntó cuando la vio llegar—, Micaela sintió pena por aquella niña, que vivía una ilusión pasajera y que más tarde, cuando se haga mujer, solo serviría para el gozo de los demás.

            Más no se atrevió y dejó que la niña piense que era feliz, como ella, como las demás.

https://unsplash.com/es/fotos/9bFLTsaP_xo
Anuncio publicitario

5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Scarlet Cabrera dice:

    Una historia penetrante. El espanto y la barbaridad aplastando a la inocencia.
    Muy revelador y para reflexionar. sobre los abismos de la crueldad.

    Le gusta a 1 persona

    1. Sí, tras una buena intención, puede encontrarse una impiedad humana. Gracias por compartir.

      Le gusta a 1 persona

  2. Manu Merino dice:

    Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.

    Le gusta a 1 persona

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s