
Con mucho sigilo se deslizó dentro de la casa; deambuló de aquí para allá, y se sintió especialmente atraído por la calidez que emanaba de la cocina, calidez que abrió la llave a los recuerdos:
Le vino a la mente el postre de higos en almíbar que le preparaba Isabel y que tanto le gustaba; la deliciosa sensación que dejaban en su cuerpo de hombre las caricias, como aleteos de paloma, que le prodigaba aquella maravillosa mujer. Recordó también cómo le gustaba perderse en esa mirada de un azul deslavado que a ratos se asemejaba más al gris. «Es que llegué tarde a la repartición de color», solía decir ella a manera de explicación y ambos reían.
Un fuerte ruido interrumpió su remembranza. De repente de todos lados le llovían golpes; era Isabel, sus ojos azul-grisáceos relampagueando de furia y queriéndolo sacar a escobazos. Tuvo que hacer gala de toda su pericia y agilidad para poder huir.
«Esto de reencarnar en gato tiene sus ventajas», pensó mientras se alejaba a toda prisa.
Blog de Ana Piera: Píldoras para soñar.
Brillante entrada!! La seducción no es privativa de especie alguna… Un cordial saludo.
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Muchas gracias, aunque creo que hubiera preferido seguir siendo hombre y no gato. Jajaja saludos,!
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😂😂😂😊👏👏
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